Costas e islas de Bretaña

El extremo occidental de Francia, que se lanza hacia el mar como la proa de un navío, era conocido por los celtas con el nombre de Armor, “el país del mar”, lo que explica la importancia de las costas bretonas, que representan una tercera parte de la longitud total del litoral francés.

Las costas bretonas son conocidas por el gran número de islas y archipiélagos. La mayor es Belle-île (86 km2) seguida de Ouessant (18 km2) y Groix.

El norte y sus magníficas playas lavadas por las mareas, sus localidades tonificantes y sus pintorescos puertos pesqueros tienen la preferencia de bañistas y aficionados al senderismo: la Costa de Esmeralda, con las murallas de Saint-Malo y la elegante localidad de Dinard, al igual que la Costa de Granito Rosa y Perros-Guirec, que ofrece una sinfonía de colores debido a las tonalidades de sus rocas.

En la costa de Finisterre, en el extremo occidental de Francia, con el turbulento mar de Iroise, las localidades de Ouessant, Molène y Sein son legendarias por la intensidad de sus tempestades que en ocasiones obligan a retroceder incluso a los marineros más aguerridos. De hecho, a unos kilómetros de allí los aprendices de navegantes perfeccionan su técnica en el archipiélago de Glénans y su centro internacional de vela y submarinismo.

Más al sur, en la punta del Raz se entra en tierra Bigouden donde la historia y las leyendas han forjado unas costas con carácter: Concarneau, Pont-Aven y sus célebres galletas, Le Pouldu y Carnac donde se alzan menhires y dólmenes, y el Golfo del Morbihan adonde acuden los veraneantes.

Frente a la costa, la isla de Belle-Ile, es propicia para los paseos tonificantes, a pie o en bicicleta.

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