Los savoir-faire bretones

Bretaña destaca por su interesante patrimonio cultural y gastronómico además de su naturaleza cambiante y agreste. Sus savoir-faire, ostras, tejidos marineros, sal de Guérande, son otros de los grandes motivos para visitar esta región francesa.

Nuestra primera ruta comienza en Brest, la segunda ciudad administrativa de Bretaña y punto de inicio de un itinerario en coche por esta región francesa. Pese a no tener un patrimonio considerable por los embates de la segunda guerra mundial, Brest está innovando en muchos proyectos arquitectónicos como el del barrio de los Capuchinos (al que se accede gracias al primer teleférico urbano de Francia), una iniciativa que obtuvo la denominación Ecoquartier en 2009.
Desde Brest nuestro itinerario se dirige a la Punta de Saint-Mathieu, en el municipio de Plougonvelin, donde se alza solitario un faro sobre las ruinas de una antigua abadía. En este lugar se vislumbra el alma de la costa de Bretaña con sus acantilados escarpados y su clima imprevisible que premia a los visitantes con un espectáculo continuo de nubes, lluvia y luz. Nuestro siguiente destino es Camaret, en la península de Crozon, pero antes es muy aconsejable hacer varias visitas a lo largo de la ruta: la abadía de Daoulas, que destaca por su claustro y su bello jardín botánico, el calvario de la población de Plougastel-Daoulas, o los restos de la antigua abadía de Landévennec y su museo. En Camaret es aconsejable dar un paseo por los muelles flanqueados por vistosas casas de colores y por su cementerio marino, en el que los barcos están escorados en la arena. A escasos kilómetros de esta población llegaremos a la Punta de Pen-Hir, la más impresionante de la península de Crozon.
A poco más de cuarenta minutos de Camaret se sitúa la bella localidad de Locronan, que pertenece a los exclusivos clubes de las "pequeñas ciudades con carácter" y "Los Pueblos Más Bellos de Francia". Su arquitectura esplendorosa se caracteriza por las casas graníticas de los siglos XVII y XVIII, construidas durante la opulencia económica que supuso para esta pequeña población la manufactura de velas para barcos.
El colofón a este primer recorrido por el sur de Bretaña lo vamos a poner en Quimper, capital del departamento de Finisterre, ciudad de arte e historia conocida sobre todo por la catedral gótica de Saint-Corentin. En las calles Kéréon, Boucheries y du Sallé se yerguen muestras de la arquitectura de la Edad Media y en la emblemática Plaza au Beurre, donde hay una de las mayores concentraciones de creperías por metro cuadrado de toda la región. No en vano las crêpes (dulces y hechas con harina blanca) y las galettes (saladas y elaboradas con harina de trigo sarraceno) son indudablemente las grandes especialidades gastronómicas de Bretaña.

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En ruta hacia el golfo de Morbihan

Nuestro viaje por Bretaña continúa en el golfo de Morbihan, una de las bahías más bellas del mundo y guardiana de uno de los savoir-faire más tradicionales de la región: la cría de las ostras. En Baden trabaja Ivan Selo, que hace ya algunos años adquirió una embarcación con la que realiza interesantes excursiones por el golfo de Morbihan para mostrar las curiosidades de estos bivalvos. El barco parte en bajamar y, durante la travesía hasta los parques de ostras, se explica a los participantes todo aquello que está relacionado con este manjar: desde sus enemigos naturales como los caracoles o las estrellas de mar hasta la historia de la cría de este molusco que se remonta hasta la Prehistoria.
Lo mejor de esta experiencia es que algunos participantes pueden convertirse en ostricultores por unas horas ya que tienen la oportunidad de bajar a los parques de ostras y seguir las directrices de Selo. Pero, para tal cometido, hay que vestirse adecuadamente con vadeadores de neopreno impermeables y unos guantes para manipular las bolsas que contienen las ostras. La actividad, que dura dos horas, acaba con un magnífico festín ostrícola maridado con vino blanco.

Vannes



La capital del departamento de Morbihan es Vannes. Esta ciudad bretona tuvo su gran época de esplendor durante el siglo XV y por ello conserva un gran legado de palacetes y casas de entramado de madera. La figura del santo valenciano san Vicente Ferrer está muy ligada a la historia de Vannes ya que murió en esta localidad en el año 1519 y está enterrado en su catedral. Por este motivo llevan el nombre de este religioso español una de las puertas de la muralla y una de las plazas más destacadas de esta localidad. Caminar por el Paseo de la Garenne y descubrir el Château de l’Hermine y sus cuidados jardines afrancesados son, además, dos de las muchas actividades que se pueden realizar en esta población bretona. Desde Vannes merece la pena hacer una pequeña escapada a la recoleta población de Auray y el puerto de Saint-Goustan. Tanto los muelles como el pueblo han conservado durante siglos sus calles adoquinadas, el puente de piedra y las casas medievales de la zona.

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En busca de la sal de Guérande

La siguiente parada de nuestro itinerario es Guérande, llamada también la "Carcassonne del oeste de Francia", una ciudad amurallada que presume de tener una atractiva personalidad medieval. Cuatro puertas dan la bienvenida a esta localidad de calles tortuosas en las que se erigen casas de distintas alturas. Cerca de este emplazamiento conoceremos otro de los savoir-faire con retrogusto puramente local: la producción de sal de Guérande, que se remonta a la época romana y que es todavía hoy ajena a cualquier mecanización.
Año tras año atrae a miles de personas que quieren ver el trabajo de los paludiers, verdaderos artesanos de las salinas, unos maravillosos tableros de donde se extraen toneladas de esta sabrosa sustancia. Las pirámides blancas de este futuro condimento son moldeadas por los salineros, alquimistas del también llamado "oro blanco". Un lugar que sirve de escaparate para conocer a fondo este savoir-faire es el Museo Terre de Sel, donde se muestra cómo trabajan los salineros de Guérande y desde donde parten las numerosas visitas a pie guiadas por biólogos o salineros.
Por último, y por poner un bello colofón a esta ruta por Francia: merece la pena escaparse al Parque Natural Regional de Brière para dar un tranquilo paseo entre las flores y las aves que viven en las marismas y los bosques.

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El savoir-faire de los tejidos bretones

El savoir-faire más conocido de Quimper es el de la elaboración de prendas con el tradicional rayado marinero (lo que en moda se conoce como breton stripes). Éstas nacieron como consecuencia de la entrada en vigor de una ley francesa del año 1858 para facilitar la localización de los marinos si caían por la borda. Una de las empresas más destacadas es Armor Lux, que nació en 1938 de la mano del suizo Walter Hubacher, donde se realiza todo el proceso de elaboración de las prendas: desde la creación de los tejidos hasta la confección del producto final. Este savoir-faire destaca, sobre todo, por la calidad de las telas y por la habilidad de sus trabajadores y a que en ninguna de sus piezas de ropa se pueden ver costuras. Como curiosidad,la camiseta bretona original era de manga larga y tenía 21 rayas, una por cada victoria de Napoleón.

Cita en Bretaña 

La ruta comienza en Brest